jueves, 16 de julio de 2015

Fin de semana

   Habíamos planeado pasar un fin de semana en una casa en el bosque, en la que habitaba una encantadora pareja con todos sus perros. Se trataba de una enorme manada de unos treinta canes, de distintas razas y edades, que incluía machos y hembras. La última vez que Negu y yo estuvimos allí, nos contagiamos de la serenidad y la calma de todos sus habitantes. Por eso, llegado el verano, pensamos que sería buena idea hacer otra escapada a aquella casita de cuento, y llevar a pequeña Hiru con nosotras. Hiru es la mejor amiga de Negu. Tiene sólo siete meses y es una pequeñaja divertida y cariñosa. Así que, preparamos la maleta con nuestros bártulos para dos días, y salimos a la carretera.

   Encontramos el camino sin grandes dificultades, emocionadas y contentas ante esta pequeña aventura. Llegamos frente a la casona cuando el calor empezaba a apretar, despertando un ruidoso concierto de ladridos mientras aparcábamos. Enseguida salió al patio Helena, sonriente, pero sin permitirnos entrar. Nos invitó a que fuéramos a pasear al bosque un rato, porque tenían que separar a los perros en grupos para que no se pelearan entre ellos. Nos quedamos las tres un poco extrañadas e inquietas. Pero hicimos caso y nos fuimos tranquilas buscando las sombras bajo los alcornoques.

   Cuando finalmente nos recibieron en la casa, atravesamos el jardín antaño verde y fresco, hoy convertido en un terreno seco y árido, lleno de polvo y sin mucha sombra donde resguardarse del intenso calor. Nos empezamos a poner un poco nerviosas, al darnos cuenta de que el fin de semana de juegos y diversión que habíamos imaginado iba a ser un poco más complicado. Aún así, intentamos relajarnos buscando la manguera y dándonos una ducha fresca para aligerar nuestras mentes. Al mismo tiempo salieron a recibirnos un par de perretes bastante simpáticos, con los pelos muy enredados. Hiru enseguida se hizo amiga de ellos, y empezaron a jugar alegremente. Negu se refugió en su jaula, intimidada ante esta situación tan estresante para ella. Los perros le dan miedo y no se esfuerza mucho en hacer amigos. Prefiere estar sola o con otros niños.

   El día fue transcurriendo con muchísimo calor, y cada vez más perros iban saliendo de sus perreras, uniéndose al grupo. Casi todos eran machos, y muchos mostraban heridas de peleas recientes, y se comportaban con recelo unos con otros. Negu e Hiru estaban un poco desconcertadas, e intentaban pasar desapercibidas en este grupo tan grande. Hubo un momento en que nos dedicamos a jugar las tres, y nos lo pasamos muy bien. Pero como no era nuestra casa teníamos que hacer lo que nos decían, y estuvimos mucho rato separadas. Yo empezaba a ponerme un poco nerviosa, porque no estaba resultando como esperaba, y veía que Negu también estaba haciendo muchos esfuerzos por estar tranquila. Hiru no tenía problema, al ser pequeñaja se entretenía con cualquier cosa. 

   Cuando llegó la noche busqué el mejor sitio para dormir. Encontré una salita con muchas ventanas, a través de las cuales entraba el aire fresco de la noche, y allí puse mi colchón en el suelo. Nos instalamos las tres, escuchando con curiosidad los ladridos de tantos perros. Había uno que lloraba, otro que gruñía, otros tantos que ladraban. Negu e Hiru abrían las orejas para no perderse nada, e intentar comprender qué se decían entre ellos. Era una casa muy grande, y resultaba un poco raro pasar allí la noche, en medio del bosque. Pero estábamos las tres juntas, viviendo una aventura, lejos de casa y rodeadas de extraños. Nos miramos a los ojos y decidimos que al día siguiente volveríamos a nuestra casa. Así que teníamos que esforzarnos por relajarnos y descansar, aunque fuera un poco difícil. Intentamos encontrar la parte divertida, y estábamos contentas porque estábamos juntas y nos cuídabamos unas a otras. De vez en cuando, cuando ya todos dormían, Negu se iba a explorar la casa. Yo la seguía con la linterna, e Hiru se quedaba en el colchón porque estaba muy cansadita. Cuando por fin la noche se hizo más densa, escuchando los cantos de los pajarillos nocturnos y de los grillos, con la brisa fresca y limpia acariciándonos, el sueño nos atrapó a las tres abrazadas. 

   En cuanto las primeras luces del amanecer anunciaron una nueva jornada, agradecimos la hospitalidad de esta familia y pusimos rumbo a nuestras montañas. Volvíamos a casa.

foto: archivo MacaRon. MacaRon con Hiru y Negu

No hay comentarios:

Publicar un comentario