martes, 16 de junio de 2015

Paquito

  Cerró la puerta tras de sí. Miró la vieja casa y pensó que lo más difícil sería dar el primer paso. Así que echó su pie derecho hacia adelante, y bajó la colina sin mirar atrás. El perro pastor de su tío empezó a ladrar mientras le seguía, correteando a su alrededor como cuando Paquito aprendía a dar sus primeros pasos, y el can le animaba con sus juegos y lametones. Ahora Paquito había cumplido los ocho años y empezaba a explorar su independencia.

  Buscó refugio en el bosque, como hacía siempre que quería estar solo. Se perdió entre los árboles y los musgos, ajustando poco a poco su ritmo al del silencio profundo y espeso que le envolvía. La brisa suave, el sonido del agua, los zumbidos de los insectos, los cantos de los pájaros,... formaban una particular orquesta en la que todo encajaba. Unas voces de hombre le sacaron de su ensueño. Se acurrucó contra un florido rododendro para pasar desapercibido, mientras afinaba el oído.

-Vamos, apresúrate. No estamos lejos.
  Eran dos hombres sucios con un extraño acento. El que iba delante llevaba un cuchillo al cinto, y tenía la cara curtida y arrugada. Los bigotes ocultaban su boca y le daban un aire peligroso. Su compañero llevaba un estrafalario sombrero y un saco a la espalda.

  Paquito se dispuso a seguirlos, excitado por una curiosidad desmesurada. En estas tierras todos los días eran iguales, y la posibilidad de vivir alguna experiencia nueva hacía que su corazón latiera como un tambor. Sigiloso como un zorrillo siguió a sus presas hasta el tronco de un chopo caído un par de inviernos atrás. Sobre él habían crecido plantas y flores, como corales sobre un solitario pecio hundido en el fondo del mar. Levantaron unas ramas, y allí escondieron el saco.

  Los ojos del niño ni parpadeaban para no perder detalle. Y esperó hasta el anochecer para acercarse, arropado por la oscuridad.Tanteó el saco antes de abrirlo, descubriendo una extraña forma en su interior y echó un vistazo con aprensión. Se sobresaltó al descubrir una pierna desnuda, tranquilizándose de inmediato al comprobar que se trataba de una prótesis de madera.

  Sonrió pensando que La banda del Cojo andaba de nuevo en el valle.

foto: MacaRon, chile


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