Los viajeros bajaban en masa del tranvía hacia la puerta sur del Gran Bazar. Eylem se movía con soltura entre la gente, comerciantes, turistas, hombres de negocios, madres de familia,... era el auténtico corazón latiente de Istanbul. Atravesó las ruidosas callejuelas con aromas a especias y a té, llegando a la fuente de mármol a la entrada de la parte más antigua. Y se sentó a esperar.
Reconoció fácilmente a Burak acercándose al café, seguido por dos de sus hombres que se quedaron un poco rezagados como de costumbre. El camarero despejó rápidamente una mesa, haciendo una servil reverencia a su huésped, y le sirvió un café. Veinte minutos más tarde llegó Demir y besó a su hermano en las mejillas. Burak quería apaciguar los ánimos belicosos de su hermano menor, obsesionado con ampliar su territorio y romper el período de paz por lo que tanto había trabajado. Presentía que se acercaban tiempos difíciles, en los que la traición merodeaba como una mosca cerca de un baklava.
Eylem sabía que sólo tenía una oportunidad. Su corazón se aceleraba, y un escalofrío recorrió su espalda cuando escuchó el canto del Mu'adhdhin que anunciaba el comienzo del Salátul Dhuhur, el rezo del mediodía. Se levantó despacio, aprovechando el movimiento de los hombres, mientras metía su mano en la manga. Vertió el veneno en el espeso café con un giro de muñeca etéreo y sublime, perdiéndose enseguida en los rincones más oscuros del mercado.
La guerra había comenzado.
foto: MacaRon, Türkiye
No hay comentarios:
Publicar un comentario