martes, 24 de marzo de 2015

de acampada

Has cogido la brújula?
sí, la tengo. a ver, última revisión: llevamos la tienda de campaña, los sacos de dormir, el camping gas, la vajilla de metal, las cantimploras, los víveres, la comida de los perros, los mapas, los prismáticos y un pequeño botiquín. todo en orden! en marcha!
la mañana era radiante. encontramos la entrada a la senda sin dificultad. íbamos a seguir la GR7, un gran recorrido que atraviesa el pirineo de mar a mar. nuestro plan era hacer un tramo, durante una semana. seguiríamos las marcas roja y blanca que indican el trazado. íbamos bien acompañados, con poncho y lur, que estaban excitados y alegres intuyendo una semana de libertad por los bosques. comenzamos a andar, cada uno con sus palos que nos ayudaban a descargar el peso de las mochilas sobre las espaldas. el paisaje era magnífico. el bosque de pinos, alerces, fresnos y álamos se perdía en el horizonte coloreando los montes. el aire era fresco y limpio, y las marcas roja y blanca aparecían cada pocos pasos. era como un juego de cazar tesoros, por el hecho de andar siempre buscando la marca siguiente en el camino, dibujada en una roca, o en un tronco. y así transcurrió la primera jornada. encontramos un llano junto a un arroyo para acampar. tom era experto en montar la tienda de campaña, y no le llevó más de cinco minutos, mientras yo calentaba las judías en el camping gas. cenamos a la luz de las estrellas, y dormimos los cuatro como benditos, amaneciendo con los cantos de los pájaros y el sonido del agua. descansados y contentos, nos pusimos en marcha tras recoger todo el equipo.
atravesamos alguna granja, y continuamos caminando por un caminito cada vez menos pisado, puesto que nos adentrábamos en las montañas. pero las marcas nos seguían acompañando a cada paso. a media mañana, sin casi darnos cuenta nos vimos envueltos en una espesa niebla. yo no tenía ningún miedo, porque estaba con tom y con poncho y lur, que trotaban a nuestro paso sin preocupación. así que seguimos caminando con tranquilidad. pero en un momento dado dejamos de ver las marcas roja y blanca. al principio nos entró la risa, y retrocedimos en busca de la última que habíamos visto. pero no fuimos capaces de encontrarla. nos habíamos perdido! consultamos los mapas que llevábamos, y con la brújula tomamos la decisión de subir una loma, para asomarnos hacia el otro lado. y eso hicimos, un poco nerviosos. pero nada. cada vez nos perdíamos más y más profundamente en las montañas, caminando entre la niebla. al cabo de un buen rato decidimos acampar, y esperar al día siguiente a que el día despejara. y así pasamos la segunda noche. yo no estaba preocupada, porque estábamos juntos y porque teníamos la reserva de comida y agua casi llena. 
al día siguiente amaneció nublado, pero sin niebla. exploramos un poco nuestro entorno, y no reconocimos en absoluto dónde nos encontrábamos, ni por dónde habíamos llegado. por lo que los mapas y la brújula no nos servían. estábamos completamente perdidos. había que tomar buenas decisiones, porque esto había dejado de ser un juego. así que, entre los dos, decidimos alcanzar un arroyo que se oía a lo lejos, y seguirlo hasta que el agua nos enseñara el camino de regreso. siguiendo el arroyo, llegaríamos a un río, y junto a los ríos siempre hay pueblos. cuando llegamos encontramos un salto de agua en un precipicio de unos cuantos metros de alto. así que, con cuidado, bajamos entre las rocas y el barro. caminamos durante horas sobre el agua, sobre el barro, entre ortigas tan altas que nos llegaban a la cara y nos picaban en todo el cuerpo a través de las ropas mojadas, entre zarzas tan rabiosas que nos abrían la piel con sus espinas. nuestras fuerzas empezaron a flaquear. yo me resbalé sin grandes consecuencias, pero me eché a llorar por la fatiga y el susto. tom me cogió de la mano y me aseguró que me sacaría de allí. que confiara en él, pero que teníamos que seguir al agua, porque era nuestra única opción. en ese momento tom dio un traspiés y empezó a caer sin freno entre las piedras y los arbustos. corrí a ayudarle, y conseguimos entre los dos levantarnos. se había hecho una herida en la pierna. le curé con el botiquín y decidimos acampar para descansar. había sido un día agotador. encontramos un buen sitio y comimos sin ganas y taciturnos. teníamos fiebre de las ortigas, y el miedo se estaba poco a poco apoderando de nuestro ánimo. hasta los perros se mostraban extraños y alerta. de golpe y porrazo empezaron a pelearse entre ellos, como dos fieras salvajes. con los bastones y las cuerdas conseguimos separarlos. se habían hecho mucho daño el uno al otro, se habían mordido en los hocicos, las orejas y las patas. los curamos y los atamos para que pasaran la noche separados y pudieran descansar. fue el colmo tras una jornada realmente difícil.
dormimos poco y mal. teníamos que seguir con el plan y seguir al agua. y eso hicimos. a media mañana, a lo lejos, con los prismáticos, creímos ver un prado entre los árboles. sí! si hay un prado, hay un camino. y si hay un camino, hay una carretera. y la carretera nos llevará a un pueblo. y podremos volver a casa! nos dimos un abrazo tom y yo con el que recuperamos la esperanza, y con ella la energía. y hacia allá nos dirigimos. tardamos todo el día en alcanzarlo, llegando al anochecer. efectivamente, era un prado! allí descansamos la última noche de nuestra aventura. en aquel prado verde recuperamos la risa y revivimos los momentos más intensos de nuestra expedición, con un buen vaso de vino. al día siguiente estaríamos en casa.

foto: MacaRon, embalse de lanoux, francia


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