jueves, 29 de octubre de 2015

Hierba Doncella

  Los cristales rotos de sus gafas transformaban el mundo en una imagen de caleidoscopio, en la que los verdes y azules parecían moverse en espiral. Se incorporó lentamente, con una sensación de pesadez en la cabeza y mucho calor. Un calor húmedo y pegajoso que entraba viscoso con el aire en sus pulmones. Tocó la tierra con las manos, intentando ubicarse y comprender dónde se encontraba. La vegetación era densa y sólo alcanzaba a oír los sonidos extraños y armónicos de la selva tropical. Se puso en pie de un brinco, quitándose las gafas rotas y frotándose la lengua contra los dientes para humedecer su boca áspera y seca. Debería buscar agua enseguida.

    Mary Ellen estaba atada y amordazada contra la pared de una oscura y húmeda cueva. Hacía rato que había dejado de llorar, cuando comprendió que de nada le serviría. Tenía que encontrar la forma de salir de allí. Los tres hombres jugaban a las cartas junto al fuego, entre profundas risotadas y tragos de ron. Tenía que actuar rápido, antes de que el alcohol en la sangre de sus raptores le pusiera las cosas más difíciles.

  Pero, ¿cómo iba a encontrar agua en medio de la espesa selva?. Intentó localizar el sol, como primer reflejo, pero la espesura cubría casi por completo el cielo. A su alrededor sólo grandes hojas, musgos y enredaderas, y altísimos árboles le cerraban el paso. Tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no desmayarse de nuevo, presa de un ataque de pánico. Empezó a respirar más despacio, utilizando el diafragma para expandir sus pulmones desde el abdomen. En esas estaba cuando percibió el lejano sonido de un motor. Cerró los ojos para intentar localizar la procedencia y distancia de aquel esperanzador ruido salvador.

  Uno de los muchachos empezó a excitarse y a enfadarse contra su tramposo rival en el juego de cartas. Ambos se levantaron y se gritaban feroces cuando empezaron a empujarse. El tercero no tardó en meterse por el medio e intentar separarles, recibiendo un buen puñetazo en la nariz como resultado. Mary Ellen intentó pasar todo lo desapercibida que pudo, acercándose sigilosa y con gran esfuerzo a los trozos de vidrios rotos que una patada perdida le proporcionó de repente. Consiguió cortar la cuerda de sus muñecas y liberarse sin dificultad. Aprovechó las sombras de la cueva para deslizarse hasta el exterior.

  El ruido del motor cesó y Mary Lou intentó grabarlo en su memoria. Tenía que seguir aquella dirección, hacia su izquierda, e intentar encontrar una referencia que le ayudara a no perderla. Afortunadamente sus botas estaban en perfecto estado, lo que le proporcionaba gran seguridad en aquel terreno irregular y resbaladizo. Sus pasos eran firmes y decididos, y sus brazos abrían la vegetación hasta que encontró un estrecho y sinuoso sendero. Sintió de pronto que su cuerpo recobraba fuerzas y se dispuso a correr hacia lo que esperaba fuese una salida.

  Por su parte Mary Ellen recordaba perfectamente el camino hacia la cueva. Había tenido la precaución de simular estar inconsciente cuando la metieron en el Jeep, fijándose muy bien en el camino recorrido. Era hora de concentrarse y encontrar el vehículo que la sacaría de allí.

  Llegaron a la vez al claro en el que estaba escondido el viejo todo-terreno. Las dos muchachas se acercaron precavidas, encontrándose de sopetón, con el susto correspondiente. Se abrazaron entre sollozos de alivio y risas nerviosas.

-"Sólo podía pensar en ti, Mary Lou. Sólo pensaba en sobrevivir para encontrarte".
-"Oh! Mary Ellen, he pasado mucho miedo. Creí que no volvería a verte nunca. No quiero volver a perderte. Te quiero."

  Y se besaron. Un suave y delicioso beso que hizo que el tiempo se parara. Un beso entregado y dulce, fruto de su recién estrenado amor.

  Se subieron en el Jeep y escaparon de sus raptores. Escaparon de la espesura. Escaparon hacia un lugar en el que construyeron su amor y sus vidas juntas, felices para siempre.

FIN 

foto: MacaRon, Fiji. 
Hierba Doncella o Vinca de Madagascar
 

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