martes, 27 de enero de 2015

salto en tándem

Hacía un día claro y precioso. el cielo era de esos azules que no se te olvidan. era verano, y corría una agradable brisa con olor a mar. estábamos junto al hangar, y el piloto estaba preparando la avioneta. oriol nos explicaba como debíamos colocarnos el paracaídas. parecía una mochila de tela marrón, pesaba un poco, y tenía muchas hebillas para colocar en el pecho, en la cintura, y en cada pierna. sólo era por seguridad, porque los únicos paracaídas que abriríamos serían los de oriol e iván. ellos llevaban, además, un arnés para llevarnos colgados por delante, como se lleva a los bebés en brazos. oriol me llevaría a mí, e iván a tom. eran muy simpáticos y habían saltado en paracaídas tropecientas veces! para tom y para mí era la primera vez, y una mezcla de miedito, nervios y emoción nos secaba la boca. subimos a la avioneta. estábamos un poco apretados, porque además ya nos habíamos amarrado cada uno a su tándem. oriol llevaba una especie de reloj, con un circulo de dos colores, y una aguja. según la avioneta subía, la aguja recorría el círculo y pasaba del amarillo al rojo, indicando la altitud. y subía, y subía. yo miraba por la ventanilla, y cada vez estábamos más altos. a la orden del piloto, iván abrió la portezuela, en pleno vuelo. entró el ruido de los motores, y mucho aire. llegó el momento de saltar! yo tenía miedo, porque estábamos muy altos, pero oriol parecía tranquilo y contento, así que confié en él. iván y tom se pusieron en posición para saltar, y tras la cuenta atrás, hop! se lanzaron al vacío. les vi bajar como un cohete, porque se pusieron en posición de tirarse de cabeza, y descendían a toda velocidad. me tocaba a mí! ay, madre! yo miraba al azul del cielo porque así conseguía tranquilizar un poco mis nervios. nos colocamos en posición. oriol se sujetaba a la portezuela, y yo colgaba por fuera, amarrada a él por los hombros y los muslos. mis piernas colgaban en el vacío y aguanté la respiración. sólo dijo: "rock and roll", y saltó. pegué un grito del susto, que se perdió por encima de nosotros. sentí la caída a toda velocidad, como cuando te caes de la cama pero multiplicado por un millón! y me empecé a reír. era una sensación muy nueva. veía el mar desde el cielo, cuando caíamos como dos pajaritos sin alas. sin tardar mucho, oriol abrió su paracaídas, y nos balanceamos como en un columpio en los aires. esto sí que era muuuuuyyyy guay! oriol manejaba muy bien el paracaídas, y se acercó a iván y tom, que también estaban flotando en el suyo. les adelantamos, y oriol me dio instrucciones para el aterrizaje. la pista se hacía cada vez más grande a nuestros ojos, porque nos acercábamos. cuando casi la podíamos tocar con los pies, yo empecé a mover las piernas como si corriera, y así tocamos tierra. con cuidadito, como quien posa algo muy valioso en una mesa de cristal. cuando oriol recogió el paracaídas le di un fuerte abrazo de agradecimiento. sin conocerme de nada, cuidó de mí durante toda la aventura, con respeto y sabiendo lo que hacía. nos despedimos. me acerqué a tom que tenía una sonrisa reluciente, y con cara de niño travieso me dijo: "nos tiramos otra vez?"

foto: MacaRon. fontanals de cerdanya, girona

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